"Es parte de la religión" (cont.) Acerca de "Señores niños" de Daniel Pennac

¡Quién sabe cuál es el criterio de selección de las lecturas que una hace en vacaciones! Traés una bolsa llena, cosas que deberías leer, otras que te gustaría visitar, finalmente los días pasan y te vas armando un corpus que va siguiendo, me parece, una línea de pensamiento. De hecho, empecé con el libro de Pennac antes que con “Cara de ángel”. Me enganchó de la novela para niños el tema de la diversidad religiosa y conspiró contra la del francés una traducción un tanto castiza, que hizo que tomara una distancia. Un par de días hasta que justamente mi reflexión sobre el texto de Marina Elberger me hiciera volver la mirada sobre “Señores niños”.

Hay algunos puntos en común entre ambas: tres amigos en el colegio, así arrancan ambas, un muestreo sobre las relaciones familiares en una Francia multirracial, multicultural (una familia judía no practicante, otra quizás católica pero devenida atea y la tercera, posiblemente lo que se calificaría como “pied noir”, “medio moro, de segunda generación”, tratando por todos los medios de integrarse, él, su padre, su hermana)…Pero, de más está aclararlo, la de Pennac es una novela para adultos. Los “señores niños” en cuestión tienen un deber que hacer, impartido por el odiado profesor Crastaing: a la sazón, una composición que reza :

“Despierta usted cierta mañana y comprueba que, por la noche, se ha transformado en adulto. Enloquecido, corre a la habitación de sus padres. Se han transformado en niños. Cuenten la continuación”.

A caballo entre “La metamorfosis” y “El increíble Hulk”, asistimos azorados a cómo deberán arreglárselas Joseph, Igor y Nourdine para “desfacer” diría Cervantes este entuerto. Nos enteramos también, más tarde en la narración, de que ese narrador omnisciente que nos está contando la historia desde el inicio no es otro que el padre muerto de Igor. ¿Más literatura fantástica? ¿Un cierto realismo mágico? No me parece apropiado buscar clasificaciones, sólo diré que los diálogos entre los amigos, tanto de niños como de adultos, son desopilantes y filosóficos a la vez. La escena en el colegio, cuando los niños se hacen pasar por sus padres frente al director y su adlátere Foiriez, vale realmente la pena. También lo vale en la visión del autor que el deber tengan que cumplirlo no sólo los chicos, sino también el profesor que lo indicó. Todos metidos en el baile, para llegar a un final felíz. Por lo menos que restaura el orden, con el costo de haber crecido. De todos modos, como dice el profesor Crastaing: “La imaginación no es la mentira”.











Silvina Rodríguez

Tierra de Libros

3 comentarios:

  1. Anónimo dijo...:

    Me encantó el libro,y me encantó tu reseña. Coincido en esas escenas imperdibles y que te arrancan una carcajada en la soledad de la lectura.

  1. MARÍA LAURA AMUCHÁSTEGUI dijo...:

    ES DE LO MEJOR QUE HE LEÍDO EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS. ADEMÁS DEL ORIGINAL ARGUMENTO, EL ESTILO DINÁMICO Y AUDAZ HACEN MÁS DESEABLE SU LECTURA. PROPONGO QUE NOS ANIMEMOS A LEER ALGO DISTINTO, QUE NUESTRA CURIOSIDAD SUPERE A NUESTRO MIEDO...

  1. MARÍA LAURA AMUCHÁSTEGUI dijo...:

    REITERO: UNO DE LOS MEJORES LIBROS QUE LEÍ EN LOS ÚLTIMOS TIEMPOS, POR LA ORIGINALIDAD DE SU TEMA Y LA AUDACIA DEL ESTILO. ALTAMENTE RECOMENDABLE PARAA RENOVAR NEURONAS!

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