Puede resultar en algunos casos interesante, a tres años exactos de su escritura, un texto que tiene y ya no que ver con la vida de una...Por ejemplo, hoy me considero muchas cosas, excepto una sosa...Por otro lado, aún creo a pie juntillas en lo que decía, y sigue diciendo cada día, el aviador francés. Hoy también les deseo felices vacaciones. Y les dejo unas imágenes del porqué mi vida tiene sabor y color por estos días.
Esencial (11/1/2013)
Dice la Real Academia:
esencial.
(Del lat. essentiālis).
En mis recuerdos (escasos) sobre filosofía, me dio muchísimo
trabajo comprender la distinción (fundamental) que Heidegger hacía de “esencia”
y “existencia”. Hoy por hoy, me quedó claro que la esencia tiene que ver con lo
inherente a uno, lo que está en uno. Vale la aclaración, tal vez, para
comprender el galimatías que me propuso que mi cardiólogo, hace más de diez
años, me espetara a boca de jarro “Vos sos una hipertensa esencial”. “No hay
razones orgánicas para que lo seas, pero lo sos. Y tenés que tomar una
medicación de por vida para mantener tu presión estable, así cuando tengas 70
años tus arterias estarán preservadas de los saltos que producen los cambios de
presión”. Un buen argumento de marketing para que uno se convenza “ipso pucho”
e ingiera la pastillita en cuestión.
Lo que no queda tan claro es la resistencia que esta
declaración me generó, durante un largo tiempo. Si uno es un enfermo crónico, y
hay un remedio que te estabiliza y te permite vivir (casi como) sano, ¿por qué
debería haber objeción? Abandonar primero de por vida “el sabor de los
sabores”, la sal, en todas sus formas: adiós, jamón crudo de mi vida. Farewell,
quesos de toda índole excepto el Casancrem. Así fui reversionando mi
alimentación, pasamos también al uso de “todo descremado” por aquello de que te
mantienen las arterias libres de grasas. Y en algún momento, ya que estábamos,
y antes de que nos dijeran que el café era perjudicial, nos pusimos del bando
del “decaf”, también conocido como “descafeinado”. Hoy tomo la medicación casi
sin olvidos, y he tirado la toalla de la rebelión.
Así la vida, he logrado que mi hija menor, con una lógica
aplastante, considere que los mosquitos no me pican porque soy “sin sal,
descremada, descafeinada y (sic) deslechada”. Que, creo yo, en su leal saber
entender es, más o menos, ser una sosa.
¿Es esa mi esencia? ¿Será eso en definitiva lo que me apaga
un poquito cada día? Andá a saber por qué, la única referencia literaria que me
viene a la mente en este momento es de “El Principito”:
“No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible
a los ojos.”
Quién te dice, el cardiólogo me mandó un metamensaje
literario.
Felices vacaciones
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